Me ha tocado. A unos les cae en suerte una discoteca en los bajos del edificio, tocándoles los… bajos de las canciones y haciéndoles temblar los… bajos de la cama de modo que acaban por desear por agarrar al dueño de la discoteca por los… bajos del edificio y propinarle una buena patada en los… Se me ha acabado el ingenio.
A unos les toca, digo, una discoteca, a otros un hijo tonto y a otros un coche que les falla más que una escopeta de una feria de la estafa, el timo y las actividades bancarias. Y a mí me ha tocado la cruz de mi vecino.
Es que desde primera hora, oye: se levanta a las siete y media (¿a dónde va si no sale al trabajo hasta las once? Lo suyo es vicio y ganas de molestar) y pone en la radio un programa de música dance, lo que me lleva a preguntarme qué cerebro desquiciado se pone esa música nada más levantarse. Luego, hasta que se va, todo son portazos, golpes y… ¿maullidos?, ¿chillidos?, ¿¡barritos!? Pero si no se pueden tener mascotas en el edificio.
Pasión por el ruido
El caso es que la situación se vuelve intolerable cuando regresa, sobre las ocho de la tarde y se pone a ver la tele a un volumen por encima de lo preapocalíptico. Que las trompetas del Apocalipsis van a parecer leves susurros al lado su televisión, quiero decir.
Y yo, que llevo todo el día delante del ordenador escribiendo y que a esas horas ya tengo la capacidad de concentración de un grillo hiperactivo, me planteo si meterle a ese tipo la cabeza dentro de un altavoz y poner a Julio José Iglesias a todo volumen estará muy mal visto por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
Soluciones menos traumáticas
Por si acaso no lo comprenden en esos mundos civilizados donde estos vecinos no ocurren, me he planteado otras posibilidades menos violentas. Y una de ellas es la de ejercer mi inalienable derecho a la pataleta:
¡Qué enorme verdad la de que las construcciones contemporáneas no valen ni la cuarta parte de lo que valían las antiguas! De acuerdo, parezco el Abuelo Cebolleta quejándose y protestando delante de una obra, pero, chico, es lo que hay. Y prefiero eso a probar la resistencia de los ladrillos de la pared medianera con el cráneo de mi vecino.
Un hogar no puede fabricarse en serie
El caso es que con tantas prisas por ver los edificios construidos, rematados y vendidos, hemos convertido los pisos en un producto que se hace en serie, sin tener en cuenta qué pueden necesitar quienes se endeuden de por vida por el derecho de habitarlos.
Y una de esas necesidades puede ser el silencio que antes se conseguía con unas gruesas paredes de piedra y que hoy por hoy puede lograrse mediante el uso de materiales apropiados. Pero, claro, para eso hay que recordar que el ladrillo es el material con el que se levantan paredes. Los hogares requieren algo más.